Creada en 1832 como pastelería de productos típicos suizos, por Emilio Lhardy (apellidado realmente Huguenin que tomó el nombre del café Hardy, de París), es en 1839 cuando se amplía su uso a restaurante en 1839.
Situado en el número 8 de la Carrera de San
Jerónimo (a medio camino entre la Puerta del Sol y la plaza de Canalejas), Lhardy es el primer restaurante español
creado tal y como hoy se concibe la restauración pública. El precio fijo, las
minutas por escrito o las mesas separadas han sido normas incorporadas por el
propio Emilio Lhardy al comercio hostelero de la primera mitad del siglo XIX. Y
sólo cabría recordar, en beneficio de esta tesis, que el fenómeno social del
restaurante nace en Francia (cincuenta años antes de la fundación de Lhardy),
cuando como consecuencia de la Revolución francesa cae la nobleza en desgracia
y tanto cocineros como sirvientes tienen que buscar una aplicación burguesa a
su destreza.
En su trastienda se preparaban los
productos típicos de su lugar de origen, como los bollos suizos, los croissants
y los canapés, una novedad en la repostería madrileña de la época. A los pocos
meses, las buenas expectativas llevaron a Lhardy a ampliar el negocio e instaló
una charcutería y un lujoso restaurante. Desde entonces, su casa se convirtió
en lugar de encuentro y reunión de aristócratas, políticos e intelectuales y se
fue haciendo costumbre degustar un buen jerez a la hora del aperitivo.
Hacia 1847, la propia Reina Isabel II se escapó de palacio y
fue a cenar con sus damas de servicio a Lhardy. También Alfonso XII acudió
varias veces de incógnito, coincidiendo en sus salones con amigos y personajes
de la vida madrileña. El espaldarazo regio a la Casa fue fundamental. La frase
“he visto al Rey, entraba en Lhardy” era comentario frecuente. Como famoso
fuera el saludo que le dirigiera Frascuelo, el torero calé, al ver al Rey
entrar en Lhardy: “¡Olé por el Rey gitano!”.
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Restaurante Lhardy (Interior de la tienda) |
Como en sus salones se reunían políticos e
intelectuales, se convirtió en el restaurante más veces citado en la literatura
española. En sus elegantes salones se han decidido derrocamientos de reyes y
políticos, repúblicas, regencias y dictaduras.
En 1880 el decorador
Rafael Guerrero, padre de la conocida actriz María Guerrero, se encargó de dar
una nueva imagen al local, resaltando la elegancia de su fachada con
cristalerías y maderas de caoba traídas de la antigua colonia de Cuba.
En 1885 se incorpora el teléfono en Lhardy, cuando en Madrid sólo había 49 abonados, con lo que muchos de ellos se iniciaron en el hábito de la reserva de mesas y el encargo a domicilio. El propio instrumento de progreso dio lugar a las primeras bromas telefónicas: “Sabemos que tiene patas de cerdo, callos y cabeza de jabalí, pero seguramente no tiene Vd. riñones…”. Pasados los primeros mosqueos Agustín Lhardy reacciona con su proverbial humor: “… y no olvide que también tengo huesos de santo”.
En 1885 se incorpora el teléfono en Lhardy, cuando en Madrid sólo había 49 abonados, con lo que muchos de ellos se iniciaron en el hábito de la reserva de mesas y el encargo a domicilio. El propio instrumento de progreso dio lugar a las primeras bromas telefónicas: “Sabemos que tiene patas de cerdo, callos y cabeza de jabalí, pero seguramente no tiene Vd. riñones…”. Pasados los primeros mosqueos Agustín Lhardy reacciona con su proverbial humor: “… y no olvide que también tengo huesos de santo”.
El primer Parador Nacional Español, el de Gredos, fue
inaugurado por Lhardy y contó con cocineros y camareros de la Casa durante un
par de años iniciándose así el prestigio hotelero de la Red de Paradores
Nacionales.
En 1885 se introduce la tradición del consomé autoservido
del samovar de plata, que tanto éxito tuvo entre las damas de la época. Es
oportuno señalar que Lhardy fue el primer establecimiento hostelero madrileño
al que se permitió que acudieran señoras solas. Todo un signo en la historia de
la liberación femenina española.
Al filo del siglo, en 1916, la exótica bailarina Mata-Hari
es detenida por espía, en el Hotel Palace, poco después de almorzar en Lhardy.
Otro acontecimiento que atañe a Lhardy es el estreno de la
zarzuela-bufa “Tortilla al ron”. Se nombra el establecimiento en el estribillo
de un cantábile de la obra que debía ser repetido por el público, y por tanto
adquirió gran popularidad entre los madrileños de la época.
Anticipándose a la moderna crítica gastronómica, el maestro
de periodistas Mariano de Cavia, mantuvo en “El Liberal” una sección diaria
titulada “Plato del día”, nutrida a menudo con referencias a Lhardy. Mariano de
Cavia sostenía estrecha amistad con Agustín Lhardy.
A mediados del siglo XIX no se hablaba en Madrid más que de Lhardy como
lugar inevitable de las comidas de lujo, y Pascual Madoz lo incluye en su
Diccionario Geográfico.
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Restaurante Lhardy (detalle del escaparate) |
Con motivo del estreno de la ópera “Tosca” en el Teatro Real en 1900,
Lhardy prestó sus candelabros de plata labrada para la representación de las
funciones y sirvió el buffet del estreno.
Entre los comedores de Lhardy, el que guarda más secretos de la historia de
España es el salón Japonés, donde se desarrollaron toda suerte de
conspiraciones y conciliábulos. Fue el rincón preferido del general Primo de
Rivera para reuniones reservadas de ministros y personalidades de la dictadura
y, por contraste, aquí se decidió el nombramiento de don Niceto Alcalá Zamora
como presidente de la República.
Pero el ambiente de este exótico salón conserva otros recuerdos más
frívolos, como el de la seductora cupletista Consuelo Bello “La Fornarina”, que
llegó a representar la atracción culminante en el Madrid del primer cuarto de
siglo XX, en cuyo firmamento brillaban estrellas tan deslumbrantes del género
ínfimo como La Goya y La Chelito.
La Fornarina, que había triunfado en un teatrito que también se llamaba El
Salón Japonés, gustaba reunirse en este comedor de Lhardy con algunas amistades
para celebrar sus éxitos.
Uno de los acontecimientos más curiosos de esta época fue el banquete
homenaje al madrileñista Ramón Gómez de la Serna, con doble versión, una en
Lhardy y otra en “El Oro del Rhin”. Según las afinidades y rivalidades de los
organizadores, los invitados se repartieron entre los dos locales el mismo día.
Los cronistas, parangonando el lenguaje editorial, hablaron de edición de lujo
(Lhardy) y edición económica (El Oro).
También se rindió un homenaje al comediante italiano Ermete Novelli, quien
actuó en nuestro país en el Teatro de la Comedia triunfando con “Los
domadores”, obra de Sellés.
El año 1943, el empresario teatral Conrado Bianco organiza en el salón
Isabelino de Lhardy, la llamada “cena de final de siglo”, un remedo de la celebrada
en 1899, a la que debe asistirse ataviado con vestimenta del siglo XIX y en la
que se conviene en no hablar, bajo multa de veinte duros, de ningún asunto del
siglo actual.
La Sociedad Filarmónica Madrileña nace en 1901 a raíz de una misiva escrita
por Agustín Lhardy, el ingeniero Félix Arteta y el farmcéutico Félix Borrell,
durante una tertulia celebrada en Lhardy, y en la que manifestaban a las
personalidades de la época su intención de fundar dicha sociedad.
En 1903 se celebró en el Teatro Real de Madrid el Primer Congreso
Internacional de Medicina como homenaje al histólogo y premio Nobel Santiago
Ramón y Cajal. Durante el mismo, Lhardy sirvió dos comidas.
Manuel Rodríguez “Manolete”, uno de los mitos taurinos más
recordados, fue obsequiado con una cena de gala en 1944.
De una sobremesa celebrada en Lhardy surgió la feliz idea de
fundar los estudios cinematográficos CEA(Cinematografía Española y Americana).
Alguno de los asistentes que decidieron unirse a los profesionales del cine
sonoro fueron Jacinto Benavente, Carlos Arniches, los hermanos Álvarez
Quintero, Manuel Linares, Pedro Muñoz Seca, Ignacio Luca de Tena, etc.
Baroja y Azorín fueron espléndidamente homenajeados por los
libreros españoles en un mismo ágape.
A partir de los años 50 proliferan las tertulias en torno a
personajes de la vida española entre los que cabe destacar a Enrique Chicote
(alrededor del arte escénico), José María Sacristán (humanística), Domingo
Ortega (taurinas), Antonio Rodríguez-Moñino (literarias), Jiménez Quesada
(médicas), Pedro Sainz Rodríguez, Julio Camba, José María Alfaro o el Marqués
de Desio (eminentemente gastronómicas).
En su historia más reciente, cabe destacar las tertulias de
los años sesenta que concentraban a eminencias científicas del rango de los
doctores Marañón, Pozuelo, López-Ibor, Rof Carballo y Jiménez Quesada, entre
otros. Ya en los años setenta, el Conde de los Andes, el Marqués de Desio,
Víctor de la Serna, Rafael Ansón y un grupo de entusiastas de los placeres del
gusto, eligen Lhardy para instituir la Cofradía de la Buena Mesa.
El 16 de enero de 1986 estaba todo previsto para celebrar un
homenaje a Enrique Tierno Galván, personaje singular de la cultura española y
alcalde histórico del Madrid de la transición política. Ese mismo día fallecía
don Enrique y el homenaje hubo de cancelarse.
Cumplido el siglo y medio de la historia de Lhardy, la Reina
Sofía fue objeto en sus salones, de un homenaje convocado por Agustín Rodríguez
Sahagún, Alcalde de Madrid, que contó con la asistencia de don José Prat,
socialista histórico y presidente del Ateneo de Madrid; Gustavo Villapalos,
rector de la Universidad Complutense y numerosos académicos más.
El 30 de junio de 1992 Lhardy se suma a los acontecimientos
de la Capitalidad Cultural de Madrid celebrando un ágape al que acudieron más
de cuatrocientas personalidades del arte, las letras y el periodismo madrileño.
Entre otras personalidades cabe destacar la asistencia al restaurante “con más
cultura entre sus muros” (como señaló la prensa) a Antonio Buero Vallejo,
Francisco Umbral, F. Vizcaíno Casas, J. L. López Aranguren, José M. Alfaro,
José Prat, Alberto Schommer, Juan Gyenes, y un larguísimo etcétera.
Durante tres años se revivieron en Lhardy las tradicionales
tertulias de la Feria de San Isidro, trasunto de las que condujeron Antonio
Díaz-Cañabate y Domingo Ortega en los años cincuenta.
En marzo de 2001 se celebra la elección de los “10 toreros
del siglo XX”, siendo los finalistas: José Gómez Ortega, “Gallito”, Juan
Belmonte, Domingo Ortega, Manuel Rodríguez, “Manolete”, Antonio Ordóñez, Pepe
Luis Vázquez, Santiago Martín “El Viti”, Antonio Bienvenida, Curro Romero y
Paco Camino.
El jurado estuvo compuesto por José L. Suárez-Guanes, Carlos
Abella, Ambrosio Aguado, Juan L. Cano, Andrés Fagalde, José L. González, Carlos
Ilián, Manuel Molés, Juan Posada, Julio Stuyck, Joaquín Vidal, Javier Villán,
Vicente Zabala, Carmen de Esteban.
Todos estos matices han llevado a
considerar a Lhardy como el primer restaurante de lujo que se instaló en
Madrid, rango que conserva en la actualidad, al igual que su decoración
decimonónica y su tradición gastronómica.
El secreto de sus platos era, y es, la combinación perfecta entre
europeísmo y tradición. Actualmente, ir a Lhardy es como hacer un viaje al
pasado. Todo permanece inalterable al paso del tiempo, con su decoración
original, así como la calidad de sus platos y servicio, incluido el samovar de
plata en el que aún se mantiene el caldo caliente.
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