El restaurante Malacatín, referente de la cocina popular
madrileña, se encuentra en la calle de la Ruda, 5, en pleno Madrid histórico, a
unos metros de la plaza de Cascorro, en el nucleo central del Rastro.
En 1893 llega a Madrid, con ganas de comerse el mundo, Julián
Díaz, procedente de Horcajo de Santiago (Cuenca) a casa de unos conocidos que
regentan un pequeño negocio de bebidas, comenzando como chico de los recados.
Al cabo de dos años, 1895, se considera preparado para
independizarse y se establece en un encierro de la calle de la Ruda número 5,
donde no hay agua ni luz de gas. Con faroles de aceite alumbra la pequeña
tienda de vinos que levanta el cierre a las seis de la mañana siendo sus
"parroquianos", panaderos, traperos, albañiles..., los que consumen copitas
de aguardiente de hierbas, de limón y el "suave".
Casi todos los días solía visitar el lugar un pobre cuya
única obsesión era su guitarra y que se le conocía por Malacatín, siendo de la
simpatía del personal y del propietario del local. Dicho mendigo tan solo
contaba en su repertorio con una simple melodía: "Tin, tin, tin, Malacatín tin,tin,tin" pero con la que
conseguía sus copitas de vino de parte del señor Julián por lo que éste pasó a
ser Julián el de Malacatín.
Pasaron los años, hasta que el señor Julián cedió el testigo
a la menor de sus hijas, Florita, que una vez casada con Isidro, deciden
ponerle un nombre comercial a su negocio; y que mejor nombre que el de aquel
mendigo y su familiar historia: Malacatín.
Son los años cincuenta y esta pareja de madrileña y leonés
deciden mejorar su negocio, sumando al vino y copas de licor, freidurías y más
tarde la cocina.
Con esta cocina llevaron el cocido hasta su más alto nombre,
con el que continuó triunfando su hija Conchi que hizo de este negocio su
pasión. Ella fue sin duda el eslabón perfecto, el nexo de unión entre las
distintas generaciones, que cedió el testigo de la herencia gastronómica a su
único hijo, Jose Alberto, quien hoy en día, tras 120 años del origen de aquella
taberna del Sr. Julián, continúa tratando a sus clientes con familiaridad y
agrado al igual que en su día hicieran con el mendigo Malacatín.
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Restaurante Malacatín |
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