Tabernita entrañable donde las
haya es Ricla, en la calle de Cuchilleros nº 6, a un paso de la plaza Mayor y enfrente de otros establecimientos centenarios de Madrid, como son Casa Botín y la peluquería El Kinze de Cuchilleros.
Se fundó en 1910, en lo que ya
era una bodega desde 1867. El nombre rememora el pueblo aragonés del que
procedían los fundadores. La familia Lage atiende esta simpática bodega llena
de autenticidad. La madre, Ana María, es el alma culinaria del lugar. A ella no
le basta con servir cualquier cosilla, como en otros lugares de la zona, sino
que se toma sus buenas cinco horas para preparar los callos. Dice Ana María que a la
taberna se acercan más viajeros que turistas, porque el turista siempre se
quiere sentar. Emilio, uno de los hijos, tiene clara la naturaleza de su
taberna: "No te puedes vender y
poner una tele o una máquina de café. Hay que ser fiel a la esencia del local".
Y tiene razón, porque la taberna madrileña es un sitio pequeño, familiar, donde
se puede charlar amigablemente con todo el mundo.
Se cuenta que durante la guerra
civil, los vecinos usaban la cueva como refugio, y al término de la contienda
se reformó el local.
Entre las tapas destacan los
boquerones en vinagre, las anchoas, la cecina, los callos, los judiones y las
rebanadas de pan con bacalao en aceite. Cañas bien tiradas y buen vermú de
grifo.
Fuente "Tabernas y
tapas en Madrid" Ediciones La Librería.
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