La Mallorquina es una pastelería-cafetería ubicada en el centro de Madrid, en plena Puerta del Sol en su esquina con la calle Mayor. Es famosa por ofrecer bollería típica de Madrid desde 1894.
Sus inicios como tienda y café de tertulia devinieron con el tiempo en cafetería y salón de té con tienda de pastelería. Su posición en la plaza (en una de sus esquinas occidentales al comienzo de la calle Mayor) hace que sea un punto de paso estratégico. En la actualidad sus tres escaparates muestran las variedades reposteras de la culinaria madrileña.
A mediados del siglo XIX (justo antes de la gran reforma de la Puerta del Sol) ya existía en el local que ocupa hoy la pastelería un establecimiento comercial, propiedad de Garin, que se dedicaba a la venta de ornamentos religiosos.
Por su parte, La Mallorquina ya existía en la calle de Jacometrezo, 4 pero con motivo de la creación de la Gran Vía en los años veinte del pasado siglo, sus dueños, los empresarios Balaguer, Coll y Ripoll decidieron el traslado a la Puerta del Sol.
Pastelería/cafetería la Mallorquina (Interior) |
El nombre de La Mallorquina no es casual, ya que Mallorca es la región de procedencia de sus fundadores y en sus orígenes esta pastelería vendía ensaimadas y torteles traídos de allí.
En su primera etapa en la Puerta del Sol, La Mallorquina tenía el salón de té en la planta baja. Los camareros vestían frac y dominaban el francés.
A él acudían habitualmente Raimundo Fernández Villaverde y Francisco Silvela. El escritor Benito Pérez Galdós gustaba de detenerse ante su escaparate para oler los dulces, y eso le bastaba, ya que rara vez entraba. Al atardecer había una tertulia a la que asistían Aureliano de Beruete, Adolfo Bonilla, Julio Puyol y Elías Tormo. En horas tranquilas escribían sus bromas literarias bajo la firma colectiva “El Bachiller Alonso de San Martín”.
En torno a 1960 se reforma el local, pasando el salón al piso de arriba, creándose un espacio agradable para contemplar desde arriba la vida que fluye en el corazón de Madrid.
Se crea entonces la marquesina de granito, el atractivo rótulo de letras de hierro y el logo de la joven pastelera con su bandejita.
En 1970 patentan el dulce más vendido en esta casa: la napolitana.
Recientemente su fachada se ha afeado un tanto con la instalación de unos aires acondicionados y la desafortunada "restauración" de la figura de metal que representa a la joven pastelera.
Con todo, La Mallorquina continúa siendo parte imprescindible del paisaje de la Puerta del Sol.
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