La
Taberna Oliveros, situada en la calle de San Millán, 4 (a medio camino entre la calle de Toledo y la calle de los Estudios y la plaza de Cascorro en el arranque del Rastro madrileño) fue fundada en el año 1857 y adquirida en 1922 por la familia
Oliveros, asturianos del concejo de Tineo que habían emigrado a Madrid.
Actualmente está regentada por Julio Oliveros Conde.
Pocas
tabernas de Madrid pueden presumir de una antigüedad así, aunque algunas son
envejecidas por sus dueños sin ningún
documento que lo justifique.
En
1861 su propietario era Ramón Álvarez;
entre 1868 y 1880 la regenta la familia
Larrondo, primero José y después Manuel. Los siguientes propietarios fueron:
Gabriel Fuentes (1900), Ricardo Rodríguez (1911) y, por último, y antes de
pasar a la familia Oliveros, el tabernero era Domingo López (1920).
Cuando
la madre de José Manuel Oliveros Fernádez estaba a punto de tener al niño, se
trasladó desde Santiago de Cerredo, en
el Concejo de Tineo (Asturias), a una
pensión de la calle de la Cabeza en Madrid en donde, en marzo de 1888, nacería
el fundador de la dinastía Oliveros. El
futuro tabernero trabajó como camarero en el
café Platerías, que estaba en la calle Mayor con puerta trasera a la
plaza de los Herradores.
Oliveros
compra la taberna en 1921 por 10.000
pesetas. Primero era solo taberna y vivienda en el interior, pero el 2-2-1922,
-a Oliveros le encantaban la fechas curiosas-, empieza a funcionar también como
restaurante con el nombre de “Casa Manolín” para, posteriormente, cambiar el nombre por el apellido del dueño.
José
Manuel, casado con Esperanza García con la que tuvo cinco hijos,
fallece en 1954, aunque en 1952 se hacen cargo de la taberna sus dos
hijos varones, Antonio y Ángel Oliveros, que están al frente de ella hasta su
jubilación en 1987. Poco antes se había
jubilado Lucas, el camarero que llevaba con ellos desde los 12 años.
Después de unos años cerrada la reabre en
1999 Julio, el hijo de Antonio, que sigue la tradición familiar.
Como
curiosidad diremos que cuando algún cliente se iba sin despedirse, Lucas, con
voz potente, decía "Hasta luego Lucas" poniendo en evidencia la mala
educación del parroquiano. No puedo asegurar que esa frase tan repetida aún en ahora, tenga su
origen en esta taberna. Parece que Arniches ya la usó en alguna de sus obras.
Frente
a la taberna había una antigua perfumería, Basanta, a la que Antonio acudía una
y otra vez con le excusa de ir a por cambio o a comprar cualquier cosa, que no siempre era del todo necesaria. Pasado
un tiempo Antonio se casó con Rosa, la dependienta de la tienda y se entiende que valió la pena cruzar la calle una y otra vez.
En la
taberna sólo se vendía vino de Valdepeñas del cosechero Manuel Ruiz Ruiz. Según
información de Ángel Oliveros, "se
consumían 5.000 arrobas de vino al año (unos 220 litros diarios, que no está mal), pero
ahora (1981) el bajón ha sido grande,
muy acusado, tanto que sólo llegamos a las 1.800 y, por mantener la tradición,
el rico mosto valdepeñero seguimos
trayéndolo en pellejos".
Tanto
los azulejos de la fachada como los de dentro son originales hechos a
mano, aunque algunos del interior son reciclados, de ahí que no todos sean
iguales. Oliveros hizo quitar unos del centro de la fachada para poner el
conocido anuncio de “Para comer
bien y barato San Millán, 4". En este anuncio, hecho por el ceramista
Fidel Blanco en 1921, aparece un orondo cocinero cortando unas grandes lonchas de jamón. Como anécdota diremos que en los años 30, época en la que se pasaba mucha
hambre, la Guardia de Asalto mandó tapar
con una madera al simpático cocinero para no provocar al personal. En el resto
de la portada los azulejos, muy originales, reproducen racimos de uvas con
rayas de tonos verdes y rojos. Por cierto, una noche mientras los dueños dormían en el piso de
arriba, oyeron unos ruidos: les estaban robando los azulejos de la fachada
arrancándolos uno a uno. Se pudieron reponer, excepto uno, con los que
quitaron para hacer el anuncio.
Taberna Oliveros (Interior) |
Las paredes de la taberna y comedor están cubiertas hasta media altura por azulejos con motivos geométricos, predominando los colores rojo y azul. Estos azulejos son difíciles de datar, aunque Julio asegura que pueden llevar ahí desde la fundación de la taberna. Sobre la línea de azulejos hay un pequeño espejo.
Elementos
de interés en la taberna son el reloj
con incrustaciones de nácar, una preciosa caja registradora, que marcaba en
dólares con un registro máximo de 9,9 y una saturadora para producir agua de seltz que, ocasionalmente,
aún funciona. Tiene también varios
relojes antiguos.
Con la
reapertura de la taberna por Julio Oliveros, se cierra el comedor de arriba
y se habilita la cueva para poner mesas.
En esta cueva es donde antes se guardaban los
pesados pellejos de vino que los
empleados del cosechero tenían que bajar por una escalerita pina y estrecha de
madrugada para no interrumpir el tráfico.
La
taberna era frecuentada por gente del mundo del toro. Ángel Teruel, era cliente
habitual de la taberna. El torero; además, fue
vecino del barrio (había nacido en el nº 7 de la calle del Ventorrillo,
donde se rodó también la película sobre la vida de Lola Flores,
"Lolita").
Antonio
Gala y Sancho Gracia también pasaban por aquí; a este último le esperaba con ansiedad el joven Julito por las buenas propinas que le
dejaba.
Otro que visita la taberna, como cliente y como
familiar, es Ramiro Oliveros, hijo de
Adela, una de las hijas de José Manuel y
casado con la hija de doña Concha Piquer.
Como
curiosidad, diremos que en octubre de
1929 la lotera de la calle de Toledo, 69 repartió por el barrio el premio
“gordo” de la lotería de la Cruz Roja. A una peña con “domicilio social” en las
tabernas de los números 2 y 4 de la calle de San Millán les cayó un buen pellizco. Algo
les tocaría también a los taberneros.
En
otros sorteos menores fue agraciada la taberna: en 1953 al camarero Lucas de la Orden le tocan...¡ un par de medias de nylon.!. Ya
en fechas más recientes, un importante
premio de la lotería de Navidad también visitó la taberna.
Anécdota:
Se presenta en Oliveros un señor un tanto engreido y, después de leer la carta,
dice que no le gusta ninguno de los
platos que le ofrecen. Acude José Manuel,
el tabernero:
- No se preocupe que le voy a preparar un
plato para chuparse los dedos.
Entra
en la cocina y con un cazo coge garbanzos, fabes y callos y llena un plato con esta mezcla.. Cuando el
cliente lo prueba se queda maravillado y le dice a Oliveros que cómo es posible que un plato así no
estuviese en la carta y le pregunta qué nombre tenía para pedirlo otra vez.
- Chabaza, le contesta el tabernero ante
la risa de los otros parroquianos, pues con ese nombre se llama en algunos
lugares de Asturias a la comida que se da a los cerdos. Por cierto, en el libro
"Diccionario de madrileñismos" de Manuel Alvar, ya está registrada
esta entrada como "Callos con garbanzos".
Además de la chabaza, ahora en Oliveros se puede degustar un espléndido cocido, que hacen a diario, los callos, el bacalao y típicos platos asturianos como la fabada y las fabes con almejas. Para acabar la faena, tenemos algunos postre deliciosos y originales como los paponzuelos, los frisuelos y el tocino del cielo.
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